Lúgubre Mirada

by - julio 05, 2013


¿Qué mierda hacían los Cullen en Forks?

Fue el primer pensamiento que asaltó su mente.

Ellos habían prometido no regresar más. Y ahora, estaban frente a ella, estudiándola descaradamente con la mirada como si jamás hubiese sucedido nada. Se mantuvo impasible, actuando como si nunca en su vida los hubiese visto y preguntándose la razón de su regreso. La sorpresa que sintió al verlos fue vacía, había rechazado las emociones durante tres años, como sentido de supervivencia y se felicitó internamente por ello. Sabía que de haberse encontrado con los Cullen en otra etapa de su vida habría sufrido un ataque de pánico frente a ellos. Ahora, la ligera sorpresa de verlos era casi inexistente.

Irguió su cuerpo y esperó pacientemente a que aquel incómodo reencuentro finalizara.

Edward la miró, detallando cada pequeña facción de su amada aquella noche.

Por supuesto, él al igual que el resto de su familia, había captado el olor de su esencia en cuanto su pie tocó el piso de mármol. Había notado cada pequeña sencillez en ella aquella noche. Frunció los labios al notar que las curvas que poseía naturalmente —y tanto amaba—, habían desaparecido; su cuerpo parecía marchito con la piel pálida de aspecto enfermizo adhiriéndose a sus huesos, calculó que quizás habría perdido diez kilos. Su mirada vacía que en algún momento llegó a comparar con un profundo mar de secretos —tan vivaces y pícaros—, ahora solo era el fantasma del recuerdo de antaño. La imagen que ahora proyectaba, entumecía sus músculos y hacía su estómago retorcerse.

Un profundo pesar cayó sobre él como un velo que cubrió su cuerpo entero. Sus ojos escrutadores profundizaron más allá de la mujer que hacía que su existencia tuviera sentido. Un gruñido feroz vibró desde la profundidad de su pecho.

Mía.

Su salvaje bestia interior había saltado posesivamente cuando Bella llegó de la mano de aquel hombre, sus músculos se tensaron en anticipación cuando el alto hombre que la acompañaba la tomó del brazo bruscamente hacia el fondo de la habitación. Sintió las aletas de su nariz tensarse con su rápida respiración y sus cuerdas vocales arder con los gruñidos contenidos.

Alice empujó su pequeña mano con fuerza sobre su pecho, mirándolo con furia contenida y una pizca de ironía escondida en la pequeña mueca de sus labios.

—No te atrevas—gruñó—. Esto es solo la consecuencia de tus actos, no intentes ahora aparecer tu complejo de héroe de cuentos.

Parpadeó.

Miró sobre el hombro de su pequeña hermana a la mujer que abandonó en un intento de hacer las cosas bien para ella, evidentemente, no había pensado en todas las posibilidades de vida existentes. Pero jamás se le habría ocurrido que su Bella, con tantas capacidades, terminaría de ese modo. ¿En dónde estaba Charlie? ¿Por qué no había hecho algo para ayudarla?

La mano de Alice tomó el saco de Edward en un puño, llamando su atención inmediatamente. Lo miró fijamente mientras pronunciaba las palabras con nitidez.

—No lo arruines Edward —la ferocidad en su voz lo sorprendió—, juro que si haces algo para que me sea imposible acercarme a ella de nuevo haré que agonices.

Sin ser completamente consiente de lo que ocurría lo último que supo era que repentinamente estaba frente a ella de nuevo. Después de tres años añorando su presencia, finalmente la tenía a su alcance, y el encuentro agridulce le dejó un mal sabor de boca.

Richard Hayes, el actual socio de su padre en la recién adquirida empresa que sería el nuevo pasatiempo de su familia, hacía las presentaciones con efusividad. Su estómago se revolvió al escuchar el nuevo nombre de su amada. Isabella Carrington. Vagamente captó los jadeos mentales y exclamaciones de sorpresa del resto de su familia. Su mente aturdida no lograba captarlos a todos.

Se hizo un escaso lapso de tenso silencio. Carlisle fue el primero en actuar. Dando un paso al frente y estrechando la mano de Ryan cordialmente.

—Un gusto, señor Carrington.

Ryan sacudió la cabeza con modestia y sonrió tan ampliamente que, de no haber notado la dureza de sus ojos habría creído en su falsa alegría.

—Oh, por favor, llámeme Ryan.

La mirada neutra de Isabella los recorrió y una sonrisa se dibujó en su rostro apagado. Para Edward fue inevitable no ver la falta del brillo singular en ella. Unió sus manos y con voz jubilosa dijo: —Estoy feliz de conocerlos, familia Cullen. Se hablan maravillas de ustedes por aquí.

Edward notó el temblor en su voz al pronunciar su apellido, además de la falsedad en su tono y la exageración en movimientos. Como también notó el apretón de aprobación de Ryan en la cintura de Isabella y su ligera sonrisa repentina al show de su esposa. Apariencias. La primera pequeña pieza del rompecabezas cayó en su lugar después de ese momento.

Ryan se volvió hacia Richard.

—Creo que será mejor que sigamos saludando a los invitados —hizo una pausa y regresó la mirada a los Cullen—. Me siento verdaderamente honrado de conocerlos.

Sin más se alejó hasta la familia más cercana, que ostentaba sus pertenencias descaradamente, y con la mujer que amaba de su brazo.

Isabella dejó escapar un suspiro que no sabía que contenía. Sus huesos se sentían frágiles y los sentimientos que mantenía escondidos bajo duros muros de acero hervían a fuego lento dentro de cada terminación nerviosa. Su cuerpo estaba aún más tenso de lo normal que en los últimos años y sentía el estrés causando estragos en ella.

Se auto-tranquilizó pensando en que lo había hecho bien. Ryan había aprobado su pequeña actuación, si seguía de ese modo podría dormir con tranquilidad esa noche. Lo único que debía hacer era soportar las próximas tres horas, la idea de cruzarse con los Cullen nuevamente se deslizó en sus pensamientos, que rápidamente desechó. Solo debía actuar animosamente, cenar en silencio mientras los hombres hablaban de negocios en la mesa y finalmente, participar en el baile. Estaría bien.

—Ese fue un gran trabajo, Isabella —la felicitó Ryan con una auténtica sonrisa en su rostro, y por unos segundos, pudo vislumbrar un resquicio del hombre que alguna vez amó—. Sigue de ese modo, cariño. Tu encanto es suficiente para tener a todos éstos hombres a mi merced en la empresa.

Ryan la miró. Sus cálidos ojos azules la miraban fijamente con orgullo y admiración. Isabella contuvo el aliento cuando él se inclinó y casi con ternura depositó un beso en su frente, sonrió y tomó su brazo nuevamente. Obligando su cuerpo a moverse permitió que su esposo la guiara hacia la siguiente familia de elevada elite que le proporcionaría más ingresos a la empresa, si sabía comportarse.

Plasmó una sonrisa en su rostro y esperó terminar de manera adecuada la noche.

— ¡Oh, pero que insolencia! ¿Cómo pudo atreverse Meredith Manfred a presentarse con semejante vestido? —se escandalizó Nicole Brooks, lanzado miradas disgustadas hacia la aludida.

Jennifer Whalle asintió inmediatamente, la eterna seguidora de Nicole Brooks, a la espera de recibir un poco de su atención y con ello la popularidad que el nivel de los Brooks otorgaba.

—Es de tan baja categoría, cualquiera diría que lo compró en una tienda con descuentos.

Isabella casi deseó regresar con los Cullen cuando las escuchó y descubrió que Ryan la encaminaba hacia esa dirección; el grupo de mujeres que se encargaban de cotillear y rumorear sobre el nivel social del resto de las familias, era algo realmente desagradable y cruel. Ellas pensaban que su importancia les concedía el poder de degradar al resto. Por supuesto, el alto rango social de Ryan le evitaba ser parte de una de las mujeres que eran humilladas y ridiculizadas por los rumores, pero eso la hacía parte de las pláticas materialistas que tanto odiaba.

— ¡Isabella! —Nicole la escaneó en cuanto la vio, un destello de envidia parpadeó en sus ojos fugazmente, antes de sonreír—. ¡Es un Armani original!

Jennifer inmediatamente se situó a su lado y abanicó su rostro teatralmente.

— ¡Está en temporada! Creí que los vestidos de ésta temporada comenzarían a venderse dentro de una semana.

Isabella se encogió ligeramente a los chillidos y miradas sobre ella. Levantó la mirada y forzó una amplia sonrisa entusiasmada.

—Mi Ryan tiene conexiones —contestó con voz melosa—, él se encargó de conseguirlo para mí.

La sonrisa de Ryan era tan brillante que por un momento creyó que toda esa farsa de algún modo, valía la pena. Pero su burbuja rápidamente explotó cuando recordó que su buen humor se debía a las actuaciones que tan bien estaba representando, y evidentemente, a que había ostentado de la fortuna Carrington, después de todo, ese era el verdadero fin de aquella cena.

Interpreta tu papel. Interpreta tu papel. Interpreta tu papel.

Se repitió mentalmente como una mantra, con la esperanza de encontrar la fuerza que necesitaba para terminar aquella noche.

—La cena está servida —anunció el mayordomo.

Isabella contuvo un suspiro de alivio e inmediatamente siguió a Ryan hacia el amplio comedor.

La vajilla ostentosa de porcelana brillaba bajo la lámpara de araña, las mesa rectangular permitían cómodamente la capacidad suficiente para más de veinte personas; probablemente los cubiertos serían de plata, realmente a Isabella no le sorprendería que aquellas personas despilfarraran el dinero de ese modo, en aquel mundo en donde los niveles sociales regían sobre la sociedad el dinero era como papel desechable.

Caminó hacia su lugar destinado, la familia Carrington siempre gozaba de un lugar privilegiado, cerca de los anfitriones. Se sorprendió ligeramente al encontrarse con los Cullen sentados al lado de sus puestos, aparentemente eran más importantes de lo que creía.

—Señora —murmuró el mesero sacando la silla para que se sentase.

Ryan tomó su mano inmediatamente sobre la mesa, sintió los ojos de los Cullen quemar sobre sus manos unidas y se removió ligeramente en su silla.

—Familia Cullen, es un gusto poder estar con ustedes de nuevo —celebró Ryan.

Isabella carraspeó y bajó la mirada, sintió la mano de Ryan apretar la suya con más fuerza. Contuvo un suspiro y se irguió rápidamente.

—Estamos… encantados —concordó, esperando fervientemente que Ryan no notará la vacilación al hablar. Su cuerpo se relajó ligeramente al notar que Ryan no se había percatado de su pequeño desliz, aunque podía asegurar que los Cullen, sí. Sentía la mirada sobre ella como láseres, capaces de ver a través de ella con facilidad. Levantó la mirada hacia la intensa escrutadora de Carlisle, sus ojos dorados buscaban dentro de ella las respuestas a todas sus preguntas.

—Por favor, Ryan, estaríamos encantados de escuchar la historia de cómo se conocieron — escuchó la voz soñadora de Alice.

Se tensó. Los ojos de los Cullen esperaban pacientemente cualquier reacción de su parte, sintió una oleada de furia recorrer su cuerpo entero, ¿cómo se atrevían a inmiscuirse en sus problemas en ese momento? Habían perdido el derecho hace tres años, ahora no tenían nada que hacer husmeando en su vida personal.

—Mi Isabella es mejor contando la historia —suspiró Ryan, se acercó y besó sus labios ligeramente—, estoy seguro que ella estará encantada de contarla para ustedes.

Isabella se sintió abrumada al tener la atención centrada sobre ella. Ryan estaba de buen humor, y, mientras lo mantuviera de ese modo, sería más conveniente para ella.

Sonrió, incluso ella sintió lo falsa que era su sonrisa y rápidamente la compuso, suspiró profundamente.

—Estábamos en el instituto, yo estaba en el último curso de la secundaria —miró a Ryan, por un momento recordando el muchacho que era en aquel entonces y añorándolo, él sonrió— exactamente el 19 de septiembre. Yo caminaba hacia mi clase después del almuerzo, choqué con él e inmediatamente me sostuvo.

"—Siento mucho haber chocado contigo —dijo—. Para ese momento yo estaba perdida, él me atrapó desde el comienzo. Recuerdo que pensé que sus ojos me recordaban al cielo azul de Phoenix, no tenía ninguna probabilidad contra él. Comenzamos a hablar y después a salir. Al terminar el curso en el instituto me pidió matrimonio. —Sus recuerdos se oscurecieron y la burbuja rosa en la que se encontraba abruptamente se rompió, sus recuerdos retrocediéndola hacia el día en que descubrió que Ryan no era lo que pensaba, el día que vio sus sueños destrozados, forzó una sonrisa y levantó la mirada, carraspeó disimuladamente para desaparecer la sequedad que repentinamente sentía—. Como ven ahora estamos felizmente casados.

— ¡Eso es tan romántico, querida! —exclamó Madison Rodgers, la anfitriona de la cena, sin percatarse de su cambio de ánimo. Miró a su esposo, Jayden Rodgers y añadió—: Ojalá hubieses sido al menos una centésima de lo romántico que Ryan fue con Isabella —protestó.

—Sí, tuve suerte —convino Isabella.

—Oh, pero Isabella es una mujer hermosa —intervino Jayden Rodgers, mirándola con intensidad lasciva—. La verdad Ryan, mi buen amigo, de no haberte casado con ella, yo lo habría hecho.

Isabella se removió incómoda bajo la vehemente mirada ámbar y centró su completa atención en su copa de vino. La situación le pareció tan asquerosamente insólita, que sintió ganas de vomitar abruptamente. Madison, por supuesto, se mantenía en perfecto silencio a pesar del evidente flirteo de su esposo; tal y como se supone que una mujer de sociedad debía actuar, débil, sumisa, manteniendo las apariencias a cualquier costo. Y por un fugaz momento se permitió sentir pena por ambas, por la vida que les había tocado, rápidamente desechando los sentimientos y escondiéndolos bajo duras capas difíciles de perforar.

Su consternación aumentó cuando Ryan habló: — ¡Claro que es hermosa, Jayden! De otro modo no la habría elegido entre tantas jóvenes mujeres como mi esposa. Es una mujer con suerte además.

Ambos hombres rieron.

Isabella se hundió en su silla, enterró su cuchara en su Caviar Almas 

siguiendo el ejemplo de la mujer a su lado y sus muros de acero se reforzaron un poco más alrededor de sus sentimientos, tal y como hacían desde hace tres años, a este punto, ella dudaba tener la capacidad de sentir nuevamente algún día.

Escuchó un brusco carraspeo, nada parecido a lo que normalmente harían las personas de alta élite.

—Creo, Ryan, que viéndolo con más claridad fuiste tú el que tuvo suerte de que ella te aceptara.

Isabella se tensó a la voz fuerte y clara de Alice Cullen. Se sintió perturbada al procesar sus palabras y supo que sin importar su inexistente participación en la plática, él encontraría una manera de culparla y hacerla sufrir por la noche.

Compuso otra gran falsa sonrisa y levantó la mirada rápidamente.

—Pero que bromista —miró a Alice directamente—, aunque discrepo, en verdad tuve suerte de encontrar a Ryan, no sé qué sería de mi vida sin él en ella.

Tomó la mano de Ryan que se cerraba en tensos puños he inmediatamente se relajó a las palabras de su esposa, lo miró, fingiendo seguir tan enamorada como el primer día. Vacilando, sin saber cómo la recibiría Ryan, se inclinó y depositó un casto beso en sus labios, su estrés desapareció cuando al alejarse él sonrió con presunción.

Por ahora, ningún error.

Se sintió agotada ante el esfuerzo que había tenido que aportar en la noche, su cuerpo reclamando el exceso de energía utilizada en el día, el estrés y preocupación la consumían, por un momento creyó que se desvanecería de un momento a otro. Profundamente rogó que los Cullen no ocasionaran más problemas, ya no se sentía capaz de arreglarlos, y el pensamiento de que aún faltaba el baile drenó un poco más de sus fuerzas.

El tenso silencio inundó su pequeño espacio en la gran mesa. Alrededor el resto alardeaba plácidamente, ajeno a la reciente escena. Para suerte de Isabella, el resto de la cena todos se mantuvieron en silencio, aunque podía sentir las miradas de los Cullen perforándola. Las ignoró lo mejor que pudo y mantuvo la calma.

Edward tuvo que apretar sus manos en puños para evitarse a sí mismo romper la mesa frente a él. Su mirada viajó hacia Isabella, que mantenía la mirada baja y comía escasamente lo que estaba en su plato. Su paciencia estuvo a punto de colapsar cuando escuchó el humillante comentario de Ryan sobre la mujer más impresionante sobre ese maldito mundo.

Se habría lanzado sobre él y despellejado vivo, había querido sentir el crujir de sus huesos debajo de sus manos, ver su sangre correr y como la vida se desprendía de su cuerpo; pero supo que cuando su visión no pintara todo su panorama de rojo y sus manos no ansiaran romper algo —más concretamente a Ryan Carrington—, agradecería profundamente a Emmett y Jasper por haberlo sostenido, a pesar, de que él sabía lo mucho que ellos también querían destrozar a Carrington.

Alice había intervenido, por supuesto, y sus instintos asesinos se habían apagado momentáneamente al ver la cara de Carrington, cuando las palabras de Alice resonaron sobre la mesa, diciendo lo que todos sabían que era verdad. Y después, sintió su corazón sin vida romperse en mil pedacitos al ver la manera en la que Bella se había humillado voluntariamente frente a todos y besado a Ryan, como si degradarla fuese algo que mereciera el premio de sus dulces labios.

Bella, cómo es que permití que sucediera esto.

Escuchó el mental lamento de Alice, y por primera vez en tres años aceptó que tal vez, el haber abandonado a la razón de su existencia, no fue una buena decisión después de todo.

.

Ajustó la máscara adornada con pequeñas incrustaciones de piedras en su rostro, al mismo tiempo con el resto de las mujeres en la habitación. Suspiró y caminó hacia la habitación con el resto de ellas. En fila india ingresaron deteniéndose frente a la hilera respectiva de los hombres, Ryan sonrió. Lindsey Stirling inundó la habitación con Crystallize, Ryan caminó hacia Isabella al unísono con el resto de los hombres que hicieron una pequeña reverencia hacia su respectiva pareja, pidiendo permiso de bailar al más puro estilo antiguo, todas hicieron una venia en respuesta antes de que las tomaran entre sus brazos.

Ryan balanceó sus cuerpos con destreza al ritmo hipnótico del violín en la perfecta interpretación de Stirling, la miró y sus ojos rebozaban orgullo.

—Lo has hecho excelente esta noche, Isabella —la giró y apretó su pecho contra su espalda—, muy, muy bien hecho.

Exhaló, sin saber cómo actuar se dejó guiar por él, temiendo arruinar su buen humor y sus progresos de las últimas horas, con suerte mantendría su humor hasta la mañana siguiente y su cuerpo descansaría momentáneamente de nuevas mallugaduras.

La giró nuevamente hacia su cuerpo y con una última mirada de complicidad giro su cuerpo hasta que se desplazó hacia un nuevo par de brazos como la tradición de esos eventos demandaba.

Liam Trudens, un importante abogado a nivel nacional, sonrió cordialmente en señal de saludo, la sostuvo entre sus brazos y giró sus cuerpos al compás del resto de parejas en el salón de baile, extendió sus brazos hacia la derecha y caminó detrás de las parejas que nuevamente habían formado una impecable línea recta, giró sus cuerpos de modo que las parejas quedaron en frente, caminó de sus brazos hasta que las dos líneas se mezclaron, girándola nuevamente y caminando con ella en línea recta nuevamente, repitiendo el procedimiento varias veces, inclinó la cabeza hacia Isabella en un rápido gesto de despedida y giró su cuerpo una vez más hacia una nueva pareja de baile.

Se tensó inmediatamente cuando su cuerpo impactó contra un pecho duro como mármol, un par de grandes y fuertes manos la sostuvieron y giraron, inmediatamente encontrándose con el par de ojos dorados que durante su adolescencia habían dado un giro drástico a su vida. Yiruma sustituyó el agudo sonido del violín por su tierna interpretación de Rivers Flows In YouEdward presionó su cuerpo contra el suyo, después ambos giraron cuatro veces. Levantó el cuerpo de Isabella con facilidad al igual que el resto de los hombres en la habitación.

Isabella pensó que la interpretación del baile vista desde afuera probablemente sería hermosa por su coordinación en movimientos y delicadeza, las parejas con trajes de altas costuras y posturas perfectas eran un espectáculo digno de ver, ahora, todos interpretando lentas canciones clásicas, parecían casi sacados de una película antigua, por un momento lo sintió similar a los bailes que veía en The Vampire Diariesexcepto que ella no era Elena, y aunque definitivamente en su historia no hacían falta presencia de vampiros, ella no tenía ningún Salvatore peleando por ella, o protegiéndola.

Edward bajó su cuerpo y a Isabella le fue imposible no notar la mueca en su rostro.

—Has bajado de peso— desaprobó.

La giró una vez y bajó su cuerpo inclinándose hacia adelante, la distancia era tan corta que podía sentir la lenta respiración de Isabella cerca de sus labios. Estuvo tentado a desaparecer la torturosa distancia entre ellos, pero cediendo al ver la mirada en ella la levantó nuevamente y sostuvo su cuerpo contra el suyo con delicadeza, pero firmeza.

—Gran forma de comenzar una conversación —Isabella lo miró.

Sus entrañas se retorcieron al ver la falta de expresividad en su rostro en forma de corazón, o las ojeras que el maquillaje no podía disimular debajo de sus ojos, o la falta de sentimientos detrás de esas pupilas color chocolate.

Ignoró el intento de Isabella por desviar su atención y prosiguió:

—Debes cuidarte, Isabella.

Ella sonrió burlonamente, pero incluso ésta sonrisa carecía de vida.

—Hago lo que puedo, Edward.

Se estremeció al escucharla decir su nombre de ese modo tan duro. Extendió su brazo y la giró de modo que ella presionó su espalda contra su pecho, extendió su brazo y la cubrió desde atrás; internamente agradeció su suerte a que aquellos pasos tan íntimos los hubiese bailado con él. Balanceó sus cuerpos y los giró cuatro veces.

Se inclinó hacia adelante y susurró en su oído: —Eso espero —antes de girarla y dejarla ir con su siguiente pareja de baile respectiva.

Isabella se sintió abrumada ante la pequeña conversación que Edward había mantenido con ella, y, aunque se había enojado por su intromisión, se alivió cuando no había sacado a colación nada sobre su antigua vida, o la actual. Después de todo, no había manera en que ella le contara los desastrosos detalles de su actual vida, pero sabía que de no haberle contestado él habría presionado hasta conseguir una respuesta, y de no obtenerla los Cullen habrían comenzado a sacar sus propias conjeturas y muy probablemente seguir entrometiéndose en su vida.

Una profunda indignación se arraigó dentro de ella. Porque lo sabía. Ahora que los Cullen habían regresado de una manera u otra no había probabilidades de que la dejaran tranquila, sin importar que hiciese.

Esperó hasta que terminó el baile de entrada y rápidamente huyó hacia el baño, agradeciendo no haber tenido que bailar con Carlisle, Emmett o Jasper. Bufó cuando notó que últimamente debía encomendarse a quien sea que la protegiese allá arriba demasiado, además de tener que cuidarse de Ryan, aparentemente ahora también tendría que hacerlo de los Cullen.

Detuvo sus pasos sin volverse cuando sintió pisadas detrás de ella. No se volvió. Sabía que eran los Cullen, y a juzgar por la cantidad de pasos, la familia completa estaba detrás de ella.

—No se atrevan a acercarse —advirtió inmediatamente, escuchando el denso silencio inmediato en respuesta a su exigencia, suspiró profundamente—. Lo prometiste Edward. Será como si nunca hubiese existidocreo que fueron tus palabras. Bien. Ahora soy yo la que exijo que las cumplas, lo que por consiguiente, incluye a toda la familia Cullen. Se fueron hace tres años, no tienen ningún derecho sobre mí o mi vida, por lo que me gustaría que dejaran de entrometerse en ella. Me las he arreglado por este tiempo, podré arreglármelas por el resto de mi vida. No quiero saber nada de ustedes de nuevo, después de todo, no fui yo la que lo decidió así.

Obligó a sus mejillas a estirarse en una sonrisa cuando observó que Ryan se acercaba, zigzagueando a la gente que se interponía en su camino. Alcanzó su mano y tiró de ella hasta presionarla contra su cuerpo, miró a los Cullen detrás de ella y nuevamente regresó su atención a Isabella.

—Es demasiado tarde, estoy seguro que estás cansada, tal vez deberíamos marcharnos.

Isabella asintió inmediatamente.

—Me parece una gran idea —dijo, por primera vez verdaderamente en acuerdo con Ryan.

Se volvió hacia la pequeña audiencia detrás de ellos y confirmó sus sospechas, todos los Cullen estaban detrás. Los miró detenidamente, transmitiéndoles con su dura mirada cada palabra que anteriormente había pronunciado.

—Un gusto haber compartido la velada con ustedes, familia Cullen.

Ryan la sostuvo y los miró, inclinando la cabeza en señal de despedida y arrastrándola hasta la entrada principal.

Isabella odiaba los eventos como el de esa noche, pero después de eso, no creía poder ir a ninguno sin tener una gruesa capa de estrés agobiándola. De algo estaba segura, jamás se había sentido tan aliviada de tener que llegar a su casa.

You May Also Like

0 comentarios